En 1990 conocí a Bruno en la escuela, pero no fuimos amigos hasta el 2001. Fue ese mismo año cuando otro amigo me comento que Bruno estaba estudiando Arte.

No me quedo la menor duda de que era una de esas personas que llega al Arte por descarte más que por interés. Desde que nos conocimos no habíamos cruzado ni una sola palabra sobre nuestros intereses artísticos. Yo creía que nunca los había tenido. La verdad es que lo prejuzgue rápidamente por culpa de mi desconocimiento. Una vez fuimos amigos y empezamos a conocernos, descubrí que no se trataba solo de un interés, para él era algo que estaba arraigado a su hogar y a sí mismo. Su trabajo era para él una escapatoria, una búsqueda y una forma de sinceridad codificada en dibujos, letras, colores y objetos.

Nuestra amistad prolifero más a partir del 2003, pasamos una juventud estrambótica y normal al mismo tiempo, no sabíamos como afrontarla, aunque siempre teníamos ideas y Bruno nunca paraba de producir. Cada seis meses su estudio era completamente distinto. Cientos de veces paseando por la calle encontramos objetos huérfanos que nos cautivaban por alguna razón, los cogíamos o los arrancábamos de donde estuvieran sujetos para que él pudiera acumularlos en su estudio. Esos objetos reposaban hasta que Bruno les encontraba su sitio (tanto fuera obra o basura de nuevo), a veces adquirían significados distintos de la situación en la que los habíamos encontrado, otras era un puente para entender por que lo habíamos cogido y en que circunstancias. Bruno los utilizaba o los descartaba buscado explicaciones e incertidumbres. Buscar incertidumbres puede sonar raro, pero Bruno siempre a intentado derribarse a sí mismo con su trabajo, de ahí “todo siempre nunca nada” es una frase que encaja perfectamente con su inquietud. Su espíritu experimental le a llevado muchas veces a esta fase de incertidumbre, que seguro de algún modo le cautiva, en ese punto deja descansar su obra hasta que esta le ofrece algo.

Para mí, que le he acompañado unos años, me sorprende que su obra hable tanto de él y de la gente que le ha rodeado e influenciado, es un mapa emocional que se extiende en varias dimensiones. Nunca ha buscado intelectualizar su trabajo con problemas que se escapan de su entorno o realidad. Siempre ha rebuscado en lo vivido por él mismo, de lo que él ha llegado a conocer o lo que siente que se le escapa a su comprensión, por que muchas de sus obras son preguntas o respuestas incompletas. Las técnicas y las materias que ha utilizado a lo largo de su carrera son tan distintas que parece que ninguna lo apacigüe para determinarse en un estilo concreto. Pero sospecho, que como su vida, nunca ha podido conformarse con que algo le salga bien o bonito.

Cuando Bruno emprendió el proyecto de publicar una recopilación de sus trabajos él fue el primero en sorprenderse con la cantidad de obra que tenia por seleccionar. Este libro, que tiene mucho que ver con el Bruno de estos últimos diez años, es la forma perfecta de perderse en los matices que su mente ha ido desarrollando a través de millones de estímulos y sinceridades que él se a autoimpuesto a congelar en el tiempo.